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Track 30: OBD

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Una vez más nos sentamos ante lo que se suponga que signifique lo que hacemos acá. Quizás en la inutilidad de este trabajo esté el verdadero castigo. O en el supuesto olvido en el que parecemos caer para luego ser arrastrados a esta piedra que empujamos cada vez. Como sea, Marán sigue por acá. Escribe lo que puede y nosotros también hacemos lo que podemos. Al menos esta vez elegimos algo breve. No se queje. OBD Obdulio no podía saber que, luego de devolverlo a su casa, su padre caminaba cuadras enteras sin olvidarlo. Y que más tarde, en una esquina y a una hora habitual, tomaba un taxi, que manejaba una mujer, y que su padre le contaba, a esta mujer, lo que había pensado de él, de Obdulio, mientras lo veía comer hamburguesas y lo escuchaba contarle lo bien que le iba viviendo con su madre. Y Obdulio no podía saber que su padre, hecho un nudo de dolor, se apretaba a esa mujer que manejaba un taxi y que lo llevaba a su departamento, el de ella, y lo invitaba a desahogarse entre sus piern

Track 29: Sobreviniente

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Todos saben que el Apocalipsis se produjo un jueves. Y aconteció de un modo horripilante. Es por eso que el Adversario Mayor nos dice que fue un día o una noche como hoy cuando nos convertimos en almas morosas y penantes. Y a esa efeméride nos debemos. Lo que nuestro oscuro Jefe no nos informa aún, ni lo va a hacer jamás, es la fecha exacta en la que sucedió. Quizás para generarnos la ansiedad y la esperanza, dos de los mayores trampas en las que caemos en los tiempos en que somos seres humanos. Ya ahora, como demonios hechos y derechos, o deshechos y torcidos, sabemos estas cosas. Y otras más. Pero no se las vamos a decir, mísero lector. Sufra como lo hemos hecho y lo seguimos haciendo cada tanto desde nuestra parte carnal. Porque algo de humanos nos queda siempre. Y ahora tenemos este escrito insoportable. Dicen que llegado al final, está el secreto. Trate de dilucidarla, usted. Si se atreve. Quizás así salve su alma. O tal vez sea apenas otra trampa del Infierno en el que lo esperam

Track 28: Los locos incautos

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Como buen jueves (¿acaso se hará costumbre?) asomamos el hocico rojo para acercarle a usted, invisible lector, una de esas obritas que buscan sensibilizar con la memoria perdida y la bonanza de la adolescencia. ¡Ah!, cuando chicos éramos el mismo demonio, pero entonces no teníamos este laburo ingrato. Gracias, don López Marán, por recordarnos nuestra extensa condena. Le debemos mucho, a usted. A veces, no está tan mal, dice nuestro Jefe. Él, que es el mismísimo. Y que sabe por viejo. Y ya no somos tan jóvenes por acá. Nadie lo es ya. Maldita eternidad. Los locos incautos Conocí una banda de incautos, cuya personalidad se basaba en su falta de filosofía: «Si te mantenés activo, no tenés tiempo de andar pensando en pavadas». Y moviéndose a montones, recorrían los diversos días pugnando por alguna aventura, algún desafío que los pusiese en equilibrio con su existencia. Una turba mancomunada, escasa en monedas pero profusa en entereza. Un proyecto de grupo no proclive al escarmiento, s

Track 27: Okupado

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Empezamos a sospechar que los jueves hay un cierta animosidad en apurar nuestra enciclopedia de obras infames. Acaso porque el jueves –dice nuestro Oscuro jefe– es el día previo a la expedición terrestre. No por nada los humanos pierden la batalla de sus almas el fin de semana. En fin, que nos fuimos por las hojas caídas. He aquí otra desventura de nuestro amigo Marán. Un texto corto, como de breve queja. En fin: sus lectores patalean con más razón cuando lo leen. Y eso sucede casi nunca. Okupado   Cuando llegué al barrio del Pabellón todo era de una inmensidad inapreciable. Para jugar un fútbol de 11 bastaba con bajar las escaleras. El espacio entre monoblocks nos representaba un Maracaná de cabotaje: lugares por todos lados, el área rival allá lejos y un arquero a quien –si eras defensor contrario– ni siquiera llegabas a verle la cara. En Navidad, el saludar vecinos era una costumbre que podía llevarnos unas tres horas. Recorrer los bailongos de cada edificio nos llevaba el resto.

Track 26: En venta

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Así, le andamos poniendo fin a las vacaciones y ya sin mucho por celebrar (porque en el Infierno también se celebra, no crea) nuestro Oscuro jefe nos ha impuesto un acelere en esto de compendiar a nuestro amigo en la miseria. Estamos un poco dichosos y lo pensamos así, por qué no. Marán es un caído como nosotros. A veces no está de más salir a darle una empujón a sus delirios de grandeza perdidas y enterradas. A veces, no está tan mal. En venta Anoche, finalmente, terminamos de armar la máquina de los sueños. O de las pesadillas. En algunos casos —si no en todos— suelen convertirse en una misma cosa. Hoy salimos a la calle. Nos dedicamos a ofertar esta invención que a ninguno importa. Subimos al transporte. Nos mezclamos en eventos. Abordamos transeúntes a los gritos y al azar. En todo lado nos esquivan con espanto, por no decir con aversión. Más tarde, golpeamos las puertas de otros barrios, hogar por hogar. Son diversos y en alguno —nos prometemos— nos aguarda la gran oportunidad.

Track 25: En esos rincones, yo

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Hay un dato estremecedor: en el Infierno siempre se vuelve. De manera que, aunque nos transcurran altos lapsos de olvido, nuestro trabajo ha de tener in aeternum un nuevo capítulo. Como para estar a tono con nuestro estado de pésimo ánimo, les arrimamos este escrito apresurado de López Marán.  Esta especie de miserere que -en verdad- genera ganas de llorar, no solo por el despropósito de las letras, si no también por la idea de libertad perdida, por el eterno retorno al castigo. ¿Pero no es ese el desatino de todo demonio? En esos rincones, yo   De súbito, me entraron esas ganas de llorar que ya no recordaba. Fui a buscar ese lugar oscuro y privado donde solía soltarlo todo. Desde lejos, ya se escuchaban los gemidos, los lamentos y los misereres. Los había de todo bando y de toda edad. Los ayes y los por qué a mí arreciaban hasta el aturdimiento. Ya más cerca, cabeceé hacia mi rincón: gente oscura y de rodillas lo atestaban. Semejaba un recital de tristeza. Llegué a mi sitio. Lo

Track 24: Desequilibrante, en extremo

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¡Maldito, Independiente! Ya cuando pensábamos que el Oscuro nos había olvidado y se había enredado en otras maldiciones de cotilleo, el negro presente del Diablo Rojo lo ha hecho añorar tiempos más diabólicos. Y como todos saben -aunque a nadie interese salvo a ellos dos y a miles de fanes más- tanto el Oscuro como nuestro nefasto narrador son correligionarios de la misma escuadra. Es por eso que se nos ha vuelto a castigar con la búsqueda de alguna firma gloriosa y endemoniada que el tal Marangoni haya estampado en su modesto archivo. He aquí uno, a nuestro Jefe le gusta. Y nos castiga doble. El relato, bueno. Saquen conclusiones. Desequilibrante, en extremo   En el sueño, se me aparecía Daniel Garnero, aquel 10 de Independiente que me enseñó –como nadie– a gambetear con el cuerpo, a desairar rivales y enemigos sin tocar la pelota. En el sueño, yo estaba en la esquina del Tanque. Esperaba el 110 o el 104 en compañía de mi novia, una chica que hasta hoy en la vigilia jamás llegué a con