Track 28: Los locos incautos
Los locos incautos
Conocí una banda de incautos, cuya personalidad se basaba en su falta de filosofía: «Si te mantenés activo, no tenés tiempo de andar pensando en pavadas».
Y moviéndose a montones, recorrían los diversos
días pugnando por alguna aventura, algún desafío que los pusiese en equilibrio
con su existencia. Una turba mancomunada, escasa en monedas pero profusa en entereza.
Un proyecto de grupo no proclive al escarmiento, sí a la segunda oportunidad.
«Yo conocí sus andanzas, sus desvelos y
sus castigos. Pues yo era parte.»
Una buena de tantas:
Había un parque, un sistema de
diversiones que algunos aseguran hoy todavía se consigue. Situados los
muchachos en este punto, cabía apenas una redada de ideas geniales, un
desbarate mecánico, una competencia modesta, para que alguno se sintiese
conmovido a la acción: la fija era el Tiro al Blanco y su premio impostergable:
un cilindro blanco, de ésos con tabaco; si no mejor, un paquete de ellos.
«Quién apunta, quién lo baja al pato
aquél».
Hay uno afinado en pulso, ajustado en
puntería. Es la colecta un negocio legal: monedas más monedas construyen un
turno: Es el turno de El Abuelo.
La muñeca inmóvil, el ojo letal.
Sean seis patos, sean seis cadáveres de
madera.
Los locos por ahí, aún incautos,
amontonados en algún banco, fumándose los mejores tiempos.
No hubo tiempos mejores que aquellos.
No los han sabido inventar.
Y el Abuelo por acá, resistiendo al
olvido, saboteando su nombre, homenajeando su propia leyenda:
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