Track 22: Why wild horses
Ya habíamos perdido la costumbre. Y eso no estaba nada mal. Pero usted sabe cómo son los castigos eternos. De modo que volvemos al ruedo, al pantalón. No teníamos muchas ganas, de modo que tomamos uno de los tantos manuscritos breves de nuestro antihéroe. Y se la dejamos por ahí. Como para cumplir, vio. Ah, y por que nos gustan los Stones, ¡vieja!
Why wild horses
Wild horses
Couldn’t drag me away
Wild, wild horses
We'll ride them some day
Rolling Stones
Parecía ayer.
Había
una celda vacía de gente, ahogada de memorias. Algo sin embargo flotaba con
alas de espíritu. Se iba y se venía a bocanadas, y su sombra de pared lo
representaba demonio. O acaso era ese su grito abierto y doliente el que lo
volvía revulsivo, tal hedionda herida. Tras ese aullido pendular, otros rumores
en eco se desbandaban como caballos salvajes.
Y
ahí estaba yo, siendo el peor de todos, aún comparado con nadie. Porque nadie
estaba, dije. Y en esa celda algo había. Y era esa presencia -que parecía un
ayer- quien me inducía a volar, a desbandarme como caballo salvaje.
Pero
yo era ya viejo. Y apenas tenía memoria para moverme. Me senté a recordar una
canción a la que se le cayó el tiempo, como la primera vez. Nadie estaba para
oírla. Y eso también dolía por su gravedad, como esas eficacias que penden
apenas de un hilo. O de tres.
Luego,
algo en mí se cortaba y se desbandaba fuera abajo. Pero yo estaba muy alto
-estaba muy viejo- como para caer veloz. Y me permanecía sentado, flotando
hacia atrás, extrañando como cuando me desbandaba en el tiempo. Parecía ayer. Y
hoy ya es otra cosa. Tal vez un caballo salvaje. ¿Por qué no?
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