Track 1: La causa
Este relato es acaso el más utilizado por nuestro viejo espíritu perdido para intentar agradar a las masas que jamás lo llegaron siquiera a escuchar nombrar. Ha sido publicada ¿merced a cuál engaño? en las revistas digitales Ragnarök (Argentina) y Espora (México); en la novela Memorias de un pueblo que no se va (Baldíos en la Lengua, Argentina, 2018) y en la recopilación de textos varios Voces cruzadas (Dunken, Argentina, 2018), además de en cualquier hueco de red social propia y ajena, o leída sin descaro o entregada en mano en cualquier evento perdido de literatura, de esos que abundan en bares y casa de lobos. Como sea, fue el primer atisbo de narración con aire existencialista barrial. Algunos hasta dicen haber visto en este puñado de frases uno que otro hallazgo. ¡Incluso hasta hoy! Algo que es difícil de creer y aún más duro de comprobar. En fin... He aquí la transcripción:
La causa
Sabe,
hoy desperté en Corrientes... Me estremecí. La ciudad se me abrió en la página
13. Entre las letras de tanta gente, la descubrí. No parecía usted la
desgracia. Esa pasaba cuatro páginas delante. En este capítulo me introduje, la
consideré un nudo, sin desenlace. Sabe, yo la supe. Era usted la mujer de mi
muerte, la de mi vida ya la había olvidado muchos libros atrás.
Yo
andaba de a pie, como se estila en los comienzos. Usted no andaba, no
funcionaba, estaba parada. Igual que mi celular, igual que mi reloj. Aunque ya
no existían relojes, el índice delataba el tiempo: Las menos 12. Sabe, usted lo
sabía, en Corrientes nunca nada funciona, los colectivos, los mercados, la
quiniela, la gente que apuesta su suerte en cada número, nunca funcionan, y
usted se queda parada, sin marchar hacia atrás. Al pie de páginas, anoté:
Tampoco con usted iría a funcionar.
Decidí
acelerar, salir del punto muerto, utilizar el suspenso de cruzarla una vez, al
menos, más. Llovía y su reflejo en los charcos de la avenida Abril, me la
entregó empapada de sol. Encandilaba cuando la choqué, por eso no pude verla,
no quise verla ja/más. Eso le dije a la policía, la policía que me detuvo, que
me interrogó acerca de su final. Yo no pude verla, menos re/conocerla:
Embarrada en mis lentes, oculta en mi ensucia parabrisas, ya no me buscaría
usted, no me encontraría ya, yo era un sinónimo de tierra enmugrecido en el
olvido, el antónimo preferido de los que no quieren recordar. Porque sabe, usted
era la mujer de mi muerte, mi vida ya estaba corriendo detrás.
Por
eso la dejé morir, antes de tentarme a una secuela.
No
hay trilogías en Corrientes...
A
veces, es mejor así.
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